Dentro de la simbología de los Dominicos se tiene la del Domini Canis atribuida a una leyenda por la cual ellos se consideran los perros de la iglesia.
Se describen en la «Leyenda», denominación genérica de la primera biografía de santo Domingo de Guzmán obra del fraile español Pedro Ferrand. Según esta, Juana de Aza,
estando embarazada del santo, tuvo un sueño en el que daba a luz un
cachorro que portaba una antorcha encendida en su boca y un globo a sus
pies. Inquietada por el sueño, peregrinó a un monasterio benedictino
cercano fundado por santo Domingo de Silos,
el cual interpretó que anunciaba la luz que el niño daría al mundo con
su predicación. Según la "Leyenda", agradecida la madre, puso el nombre
de aquel a su futuro hijo. Los propios dominicos se considerarían a sí
mismos como los perros pastores de la Iglesia.
Una etimología apócrifa atribuye el nombre «dominicanos» a Dómini canis
(‘perros del Señor’, en latín), pero en realidad se deriva del nombre
de su fundador: Domingo (Dominicus, en latín). Igualmente los dominicos
han sido considerados como los perros guardianes de la Iglesia, siendo
usado tal apelativo tanto como afrenta o como motivo de orgullo.
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